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¿Otra vez, Sara?
El ceño
fruncido del director de mi instituto cernía inevitablemente sobre mí mientras mi
mirada bailaba de la mancha indefinida de su camisa a su frondoso bigote.
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No podía quedarme de brazos cruzados mientras esa incompetente… -
intenté defenderme hasta que me vi interrumpida.
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¡Es la cuarta vez en lo que va de mes!
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Hoy es 30. No es para tanto.
Los labios
apretados de aquel señor calvo como el desierto de Arizona y su mirada directa
y gélida hicieron alarde del poco aprecio que le tenía a mis comentarios
sarcásticos.
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Lo siento. No he podido evitarlo. No era justo.
Y era
cierto, no era justo. En cuanto vi a mi profesora de inglés reírse de aquel
chico tímido y callado de última fila no pude contener la ira. Aquella odiosa arpía
que llenaba su vacío interior y su falta de amor propio metiéndose con los más
débiles... No era la primera vez que tenía problemas con ella. Ya lo creo que
no. Bueno, últimamente había tenido muchos problemas con muchas personas.
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Podrías dejar de ir de heroína y centrarte en tus propios estudios.
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Vamos, Manuel… ¿Estás insinuando que me quede callada mirando el libro
mientras esa estúpida se aprovecha de su poder? – inquirí indignada.
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Solo te digo que tienes tantas amonestaciones que con ellas Lady Gaga
podría hacerse un vestido. ¡Un vestido largo de noche y con cola! Estabas
avisada y no me queda más remedio.
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No, no…
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Lo siento, Sara. Tengo que expulsarte. Y esta vez no es
temporal.